La bella durmiente: 

Iba a aprovechar las dos horas que duraba el vuelo para escribir. Disfrutaba mucho escribir con ese “silencio ruidoso” característicos de los aviones. Donde el aire acondicionado y el ruido del motor hace que las conversaciones de los pasajeros se resuman a murmullos.

Después de desayunar, cayó en un sueño tan profundo, que cuando despertó, ya habían aterrizado en el país de destino.

Agarró su maleta de mano y comenzó a caminar, presionada por las miradas irritadas de los pasajeros, que esperaban que la “bella durmiente” despertara y descendiera, de una vez por todas, del avión.

Hizo un intento de arreglarse el pelo y esbozó una sonrisa conciliadora con los más de 30 pasajeros que esperaban. Al dar el primer paso tuvo el presentimiento de que algo dejaba en el avión y regresó a darle una ultima mirada al asiento.

El presentimiento salió del avión con ella. Esa familiar sensación en la que la mente te está queriendo decir algo, sin embargo, la razón le gana a la intuición, y logra que sigas caminando, a pesar de la corazonada.

Al llegar al hotel se acomodó y buscó en la maleta su computadora para adelantar algo de trabajo. ¡Pequeño detalle, la bella durmiente había dejado la computadora debajo del asiento del avión!

El tiempo se detuvo. Un frío escalofriante le recorrió el cuerpo. Una sensación de angustia que se transformó en miedo y luego en desesperación. “¡yo sabía que algo se me olvidaba, por qué no le hice caso a mi presentimiento y volví! Se sentía sola y abandonada -al menos eso sentía- en un país ajeno.

No sabía por donde empezar. “¿Qué hago? ¿Lloro? ¿Borro la información? ¿Llamo a la aseguradora? ¡Llamo a la linea área!”

¡Bienvenido a …, es un gusto atenderlo, para reservaciones marque 1, para cambio de itinerario marque 2… para nuestro programa de cliente frecuente, marque 3.

¡No había una sola opción de emergencias! en el fondo, tenía la esperanza de que en algún momento dijera “Si se quedó dormida y dejó su computadora bajo el asiento, marque 18”, evidentemente ese momento nunca llegó.

Después de 30 minutos de estar llamando a distintos números de la aerolínea -todos atendidos por una contestadora automática, que nunca contestó- decidió volver al aeropuerto.

En el camino, pensaba en la información que no había subido en la nube. Toda la información valiosa que perdería. Cuando llegó al counter de la línea aérea y contó toda la historia, el “joven”, le pidió esperar unos minutos mientras llamaba a “perdido y encontrado”.

No quizo mirar y se fue a sentar intentado ver algún rastro de alegría en el rostro del joven. Lo único que consiguió fue una frase: “Lo siento señorita pero su computadora no está. Llamé a perdido y encontrado y a limpieza. Lo siento, pero no hay nada más que pueda hacer por usted. Si quiere ponga la queja en la web y probablemente en 20 días le daremos una respuesta”.

¡Así de simple! No está. Años de información que se quedaron debajo del asiento, desaparecidas ¡en menos de 3 horas! ¿Quién se la llevo?

De esta historia real, se puede reflexionar mucho. Lo despistada que una persona puede llegar a ser, el obedecer una intuición o corazonada, el apego a la información, y sobre todo, cómo una empresa de servicios puede expresarle a su cliente, en 3 frases, que no le importa.

La próxima quincena: Indiferencia