“No puedo confiar en nadie más, no tenemos suficiente gente, no sé cómo hacerlo , no sé a quién solicitárselo, yo lo hago mejor que cualquiera”.
Todas las anteriores son las típicas excusas que utilizamos a la hora de delegar. Sin duda, delegar no es fácil, pero es un mal sumamente necesario si queremos ser efectivos en nuestra gestión.
Primero, debemos hacer la diferencia entre delegación y gerencia. Muchos creen que delegar es darle a la gente “algo” para hacer. De hecho, es común escuchar a los colaboradores de una empresa comentar que sus jefes les dejan las tareas “solo” para verlos ocupados y no porque realmente sea necesario.
Ahora, gerencia es alcanzar las metas de mi equipo o de la organización a través de facultar a mis colaboradores, empoderándolos para lograr los resultados trazados.
Esto tampoco nos da luz verde para delegar todas nuestras tareas y pretender que otros hagan todo el trabajo. Por esta razón, veremos cuándo podemos delegar una tarea.
– Cuando no tenemos el conocimiento o la capacidad para desarrollarla.
– Cuando, debido a otras responsabilidades, no tenemos tiempo para llevarla a cabo.
– Cuando estemos haciendo algo que otra persona puede hacer y así dedicarnos a hacer las tareas que solo nosotros podemos realizar.
Quien tiene gente a su cargo debe saber qué es lo que se espera de su equipo de trabajo para poder dar los mejores resultados, sino ¿cómo voy a poder dar de mí o de mi equipo lo mejor, si no sé lo que se espera de mí?
Para delegar efectivamente debemos efectuar fielmente 4 pasos. Si nos enfocamos en cumplir cada uno de ellos, las probabilidades de tener éxito son muchas.
El primer paso es definir cuál es la tarea que deseo o necesito delegar. El segundo paso es recopilar toda la información que necesito para poder dar la instrucción, dejando claros los pasos y procedimientos para realizarla.
El tercer paso y, en mi opinión el más importante, es el que se enfoca en elegir a la persona adecuada a quien darle la tarea en cuestión.
Es evidente que somos personas únicas e individuales, con nuestros propios intereses, fortalezas y debilidades y es por esta razón se vuelve necesario conocer las fortalezas y debilidades de mi gente antes de delegar.
Por ejemplo, tengo que realizar un informe de la reunión de junta directiva y tengo dentro de mi equipo a Juan y a Claudia. Juan es creativo y un tanto emocional en su trabajo; Claudia, por el contrario, es sistemática, organizada y bastante perfeccionista.
¿A quién debo delegar?
Si le doy una tarea a alguien fuera de su área de especialidad, esta le llevará mucho más tiempo. Una vez lleve a cabo los tres primeros pasos, es útil generar pautas o procesos de evaluación para medir los resultados.
Y por último, pero no menos importante, es que a veces pasamos por alto tomar el en cuenta el tamaño de la tarea que delegamos. Si es la primera vez que la persona la realiza, o la tarea es muy grande, esta no será completada satisfactoriamente. Por ende, la persona perderá la confianza en sí misma y se sentirá frustrada en cuanto a recibir nuevas responsabilidades.
Si quieres lograr tus objetivos y crecer, delega lo que otro también puede hacer.