¿Y la cortesía?

Pasando por una rotonda de nuestra ciudad,  no pude evitar reaccionar al hecho de que literalmente me tiraran el auto encima. Respiré hondo y me mantuve en mi vía. En eso, a mi izquierda veo un policía municipal, bajo el vidrio y le digo en tono de víctima “¡los autos se están tirando encima!” (queriendo decir que los controlara). Me miró detenidamente a los ojos y su respuesta fue “¿Y la cortesía?”.

No pude responder. Me quedé atónita por un momento y durante el camino solo recordaba en mi mente “¿Y la cortesía? ¿Y la cortesía?”.

Esta frase me dejó tanto que pensar que no podía dejar de visualizar el enunciado en la columna de hoy. Es increíble cómo tres palabras que parecen tan inofensivas, al estar juntas tengan un poder tan grande.

A medida que avanzaba camino a la oficina me iba fijando en cómo manejamos y sin lugar a duda vivimos en una constante competencia al volante. Lo triste es que esta competencia se vive en muchas de nuestras tareas cotidianas, tanto en lo laboral como en lo personal.

Hagamos una autoevaluación. Si viajas en camioneta, ¿cuántas veces a la semana te pones de pie para darle tu lugar a alguien que realmente lo necesita o por lo menos más que tú? Y si vas en auto, ¿cuántas veces dejas pasar a un auto cuando te pide vía?

Hice el ejercicio para constatar que al poner el pide vías para pasarte de una vía a otra, quien te debería dejar pasar es el mismo que acelera para no dejar que lo logres. Esto demuestra que cada uno “jala su propia carreta” sin preocuparle ni ponerse en el lugar del otro. ¿Cómo es posible que cuando me piden un favor yo cierro la puerta en la cara? ¿ Cómo es posible que mi reacción ante alguien que intenta adelantarme sea tirarle el auto encima? Esto convierte el 20 % de nuestro día en una eterna lucha de poder.

Qué triste, ¿o no? Debería ser mucho más fácil. Pareciera que nos gusta complicarnos la vida y de paso complicárselas a quien nos rodea. No es justo que hagamos pagar los platos rotos a los demás y mucho menos que seamos descorteses para desquitarnos por nuestros problemas.

Si vemos en el diccionario, la cortesía se define como la “demostración o acto que se manifiesta con la atención, respeto o afecto que tiene alguien a otra persona” [sin discriminar a quien]. Esta última parte la incluí, ya que creo que el problema de la cortesía en nuestros tiempos radica en que depende a quién se le brinde y no estoy de acuerdo. Una persona realmente cortés no filtra su cortesía dependiendo de su interés o conveniencia; quien realmente es cortés, lo es en todo momento y con cualquier persona.

Podemos demostrar cortesía de muchas maneras: a través de un cordial saludo, de un tono de voz amable, con abrir la puerta o simplemente al dar nuestro lugar en la fila.

En realidad la cortesía no es más que un signo de buena educación, la cual proyectamos a través de nuestro comportamiento. Por esa razón hoy te exhorto a que seas cortés, a que abras la puerta, a que digas buenos días y sobretodo a que cedas tu lugar.

Y recuerda “Lo cortés no quita lo valiente”