Supongo… :  

¡Tengo tantas ganas de ir a la playa! Qué rico tomar sol, tirada en la arena escuchando el relajante sonido de las olas del mar. Caminar por la playa viendo el atardecer, sintiendo la refrescante brisa marina recorrerme entera.

Si tan solo a él le gustara ir al mar. Si tan solo pudiera escuchar por una vez “¡vamos a la playa mi amor, me encanta!”

Para qué me voy a dar la molestia de preguntarle, si ya sé lo que me va a contestar: “¡¿Tan lejos?! ¿y por qué a la playa? No me gusta la arena, hace demasiado calor”

Él nunca quiere hacer lo que yo quiero hacer, y yo siempre tengo que hacer todo lo que a él se le da la gana. Hasta aquí llegaron mis planes de ir a la playa. Qué injusto, siempre es lo mismo con él.

Suponer lo que otros piensan, sienten o creen es parte de nuestras vidas. Lo hacemos tan frecuentemente que ni nos damos cuenta. Quizás porque creemos saber, o necesitamos entender lo que pasa por la mente del otro.

¿Cuántas veces nos enojamos, solo por asumir lo que van a responder a una pregunta, que ni siquiera hemos realizado?

¿Será justo que tomemos posición de una negativa que solo se dio en nuestra mente? ¿Y más encima enojarnos por algo que nunca se dijo, y probablemente nunca se pensó?

Inconcientemente, volvemos este proceso en una cadena sin fin. – “Yo no hablo, ni pregunto porque ya sé qué me van a contestar”, -¿Cómo lo sabes? -No sé, supongo…

Dejamos de dar el beneficio a la duda, y dejamos a la otra parte sin la oportunidad de demostrarnos que sí es posible cambiar de manera de pensar.

Nuestra amiga fanática de la playa pasó más de 2 semanas enojada con su novio por su falta de entusiasmo cuando se tarta de ir al mar. Él nunca lo supo. Ella nunca se lo dijo.

Seamos objetivos, por muy adivinos que pensemos que somos, nuestra habilidad de leer la mente es bastante limitada, por lo que será siempre más efectivo preguntar que suponer.

En una de esas, te llevas una gran sorpresa y te das cuenta que todo este tiempo estabas evitando algo que no estabas 100% seguro si iba a pasar.

Uno de los efectos inmediatos que tiene el suponer qué piensa u opina el otro, es el impacto que tiene este comportamiento en las relaciones interpersonales. La falta de comunicación en las relaciones laborales, personales o familiares, es la problemática más común, la cual lleva a divorcios, términos de relaciones o distanciamientos solo por el hecho de no quererse comunicar.

Por mucho que creamos conocer a la otra persona, no debemos dar por sentado algo que no sabemos. No somos adivinos para saber qué piensan, ni cómo van a reaccionar.  En mi opinión, suponer es una manera más de no confrontar, de evitar desilucionarnos con una negativa, o enojarnos por entrar a un tema de conversación del que no podremos escapar.

Deja de evitar y coienza a conversar. Acércate a esa persona, sácate todos los juicios y pregunta. Quizás no es lo que pensabas y te sorprenderás

@paorivano

El no ya lo tienes ganado, ¿vas a dejar de preguntar únicamente por el simple hecho que ya crees saber la respuesta?