“Siempre habrá obstáculos, que tendremos que trabajar arduamente para conseguir lo que queremos”.
¿No puedes, no sabes, o no quieres? Hay muchas maneras de resistirnos al cambio, tantas que para reconocerlas y medir su impacto debemos evaluar de dónde provienen y de qué manera las comunicamos. Una de las formas más fáciles de reconocer una resistencia es sabiendo la diferencia entre: No quiero, no sé y no puedo.
No sé
El saber viene de las aptitudes y del área cognoscitiva, es decir, del conocimiento que tenemos sobre un tema específico o del aprendizaje que obtuvimos de alguna experiencia vivida. Básicamente, se resume en habilidades aprendidas a lo largo del tiempo: Redactar, nadar, cocinar, cantar, declamar, sumar, etc.
De igual manera podemos no conocer o no saber cómo realizar una tarea, o cómo desempeñar un oficio. La base del “no sé” radica en la falta de conocimiento que tenemos para realizar dicha acción.
Cuando una persona dice: “No sé hacer algo”, esta respuesta lleva consigo el no contar con el conocimiento para realizarlo; sin embargo, no necesariamente significa que le falte la actitud para lograrlo. El “no saber” se soluciona aprendiendo, así de simple.
No puedo
El “no poder” se basa en los recursos y en la posibilidad o capacidad de hacer algo. Generalmente se expresa cuando la persona no se siente capaz de ejecutar una tarea, independientemente si lo ha intentado o no. En ocasiones, la razón es que necesitamos una excusa para no hacer nada y el camino más fácil es cantar la derrota antes de haber peleado la batalla.
Decir “no puedo” es muy fácil y lo decimos constantemente. Es una manera derrotista de lavarse las manos y no hacer un esfuerzo por nada ni por nadie.
Cambiemos “no puedo” por “no sé aún cómo hacerlo”, “no he intentado”, “haré lo posible”, etc. De esta manera, a través de nuestras palabras, estaremos inconscientemente comprometiéndonos a hacer un esfuerzo.
En demasiadas ocasiones el significado del famoso “no puedo” es “no me siento capaz, pero tampoco me interesa trabajar para lograrlo”, o simplemente “no quiero”.
No quiero
Es muy común decir “no puedo” o “no sé” cuando en realidad queremos decir “no quiero”. Al final lo que hacemos es maquillar la verdad, ya que es a través de estas frases que evadimos la responsabilidad de nuestras decisiones. Además, suena mejor decir “no puedo, jefe” a “no quiero, jefe”. ¿Se han preguntado qué pasaría si contestáramos realmente lo que pensamos?
Estoy consciente que el decir exactamente lo que sentimos o pensamos puede traernos consecuencias nefastas; sin embargo, eso no significa que no podamos hablarnos a nosotros mismos con la pura y santa verdad.
Alguna vez escuché un dicho que decía algo así: “Al que no sabe, le enseño, al que no puede, le ayudo, pero al que no quiere, le enseño la puerta”. De igual manera, esta simple diferenciación nos ayuda a identificar el origen de las negativas que escuchamos de quienes nos rodean.
En definitiva debemos saber que siempre habrá obstáculos, que tendremos que trabajar arduamente para conseguir lo que queremos, ya que las resistencias siempre estarán, solo es cuestión de definir de dónde provienen y con base en eso tomar las acciones necesarias para vencerlas.
¡Tú puedes, sabes y quieres!
"Cuando comencé a escribir jamás en la vida me imaginé que iba a durar tanto tiempo, y la verdad es que hoy, no me veo sin escribir". #Perseverancia #SuperandoRetos https://t.co/jJOp48gaMl pic.twitter.com/Yyut7HI6bc
— Pao Rivano (@paorivano) March 9, 2018