Recuerdos: 

Silvia trabaja en un hogar de ancianos. Todas las semanas ingresa al asilo al menos un abuelito y siempre se fija en la expresión que tienen al entrar acompañados de su familia al hogar. Casi siempre entran con una expresión amarga en el rostro y con una inevitable sensación de abandono.

Ese jueves fue totalmente distinto. Silvia no pudo evitar quedarse atónita viendo a una señora de unos noventa años muy elegante, bien peinada y vestida. Había quedado viuda después de setenta años de casada y llegaba a pasar sus últimos años en el hogar.

Al hacer contacto visual con ella, la señora le regaló una sincera sonrisa y en ese momento sintió una conexión especial con ella. Se acercó a ofrecerle ayuda con sus maletas y le pidió que se sentara en la sala de espera mientras ella acomodaba su cuarto. Después de casi noventa minutos Silvia fue a buscar a la señora y muy apenada le pidió disculpas por la demora. La señora nuevamente la vio y le sonrió como si solo hubiesen pasado cinco minutos.

Camino a la habitación Silvia le iba contando las características que tenía el cuarto que le había tocado y trató lo más que pudo en hacer parecer bonito el diminuto y mal diseñado cuarto. “Su cuarto no tiene vista al jardín, pero tiene unas lindas cortinas floreadas” dijo Silvia. “¡Qué lindas las cortinas floreadas!!” dijo la señora con un entusiasmo fuera de lo normal.  Silvia respondió sorprendida “Señora, ¿pero como sabe que le van a gustar si ni siquiera las ha visto?”.

No necesito verlo, el sentirse satisfecha y feliz es una decisión y yo antes de verlas ya decidí que me van a encantar. Ser feliz es una decisión que tomo todos los días al despertarme. Me di cuenta que en realidad tengo dos opciones: pasar todo el día pensando en todas las personas que ya no están conmigo y en todos los dolores que tengo de las distintas partes de mi cuerpo, o levantarme todas las mañanas agradecida por poder abrir los ojos y por la oportunidad que Dios que me ha dado de vivir un día más.

Cada día es un regalo, y cada día me enfoco en vivirlo como si fuese el último, feliz de estar en esta vida y de poder al menos albergar en mi mente todos los maravillosos recuerdos que poseo.

“Dicen que la vejez es como una cuenta bancaria: solo retiras lo que has guardado”.

Esta adaptación de la historia de autor anónimo me hizo reflexionar. Al final uno decide con la actitud que se levanta y si quiere hacer de esas cortinas las más feas o más bellas del mundo. En realidad no son las cortinas, son los ojos con las que las vemos. Por muy bonitas que sean, somos nosotros quienes decidimos verlas bellas.

Mi abuelita dice “veo mis recuerdos con los ojos cerrados y es como si los volviera a vivir”.

¿Cómo quieres que sean tus recuerdos? ¿Quieres recordarte a ti mismo siempre con una sonrisa en la cara o con el ceño fruncido?

Haz cosas que te hagan feliz, que te hagan reír y llorar de alegría. Pasa tiempo con las personas que amas, con las personas que más extrañarás cuando pasen los años y ya no estén junto a ti.

Comienza a llenar ese álbum de fotos de momentos maravillosos. Tú decides, al final serán tus recuerdos.