Quien se enoja pierde: 

¿Estás constantemente de mal humor?
¿Piensas que la gente hace las cosas, solo para molestarte?
¿Crees que es injusta la forma en que te tratan?
¿Te pone furioso que te critiquen?
¿Te dan ganas de pegarle a alguien cuando no te responden?
¿Se te pasan por la mente estrategias de cómo vengarte de quién te ha echo daño?
¿Actúas agresivamente y de manera impulsiva, y después te arrepientes?

¿Tus arrebatos te han llevado a la agresividad, o incluso a la violencia?

La vida está llena de frustraciones, las cuales impactan en nuestro comportamiento dependiendo de cómo las manejemos.
Vivimos en un mundo cada día más violento, donde el valor de la vida está en continuo déficit, y donde más se acciona que razona.

El tráfico, el llanto de un niño, un conductor abusivo, un jefe déspota pueden despertar a ese energúmeno que algunos llevamos dentro. Sin embargo, el que nos enoje, no significa que reaccionaremos irracionalmente, dejando de medir las consecuencias de nuestra impulsividad.

Pegarle a tus hijos por no hacerte caso, Insultar a gritos a otro conductor por meterse en tu fila, regañar al mesero por equivocarse con el pedido, golpear al tipo del bar por mirar a tu pareja.  Excusas para justificar la ira, siempre habrán.

Hay señales de alarma que nos pueden ayudar a darnos cuenta que tenemos problemas para controlar nuestra ira.

El haber respondido que sí a más de 3 preguntas formuladas al inicio es una de ellas.

Siempre es tiempo para hacer alto y reflexionar sobre nuestro comportamiento y cómo este afecta a quienes nos rodean.

Veamos 5 estrategias que nos ayudarán a controlar la ira y medir las consecuencia de nuestros actos.

1.- Acepta tu emoción

Eso no quiere decir que la justifiques, simplemente, acepta que sientes enojo, rabia, tristeza, frustración, etc.

Intenta no luchar contra ella, simplemente haz un alto y evalúa qué pudo haber generado tu emoción y qué lección te está intentando enseñar.

2.- Escúchate

Escucha tu voz interior y pon atención en lo que te dice. Generalmente es la que nos incita a tomar acciones impulsivas, producto de pensamientos que no son reales.

Una vez identificaste los pensamientos negativos, desmiéntelos, no les hagas caso. Tú controlas tus pensamientos, no ellos a ti.

3.-  Espera

Cuando estamos enojados, lo primero que queremos hacer es desquitarnos con quien nos produjo el enojo. Después de algunas horas o días, nos damos cuenta que no era para tanto y le restamos importancia al asunto.

Si eres de los que normalmente reacciona de manera impulsiva, aléjate un momento, eso te ayudará a pensar con la cabeza y no con el hígado.

4.- Reflexiona

¿Cual será el efecto si digo esto? ¿Qué consecuencia tendrá? ¿Realmente tengo el derecho de pasar por encima de los demás, solo por satisfacer mi ira? ¿Es este el tipo de persona que quiero ser? ¿Vale la pena?

5.- Libera

La impulsividad agresiva puede ser producto de un exceso de emociones no expresadas, de una acumulación de frustraciones que por algún lado tienen que explotar. Si te sientes frustrado, trabaja en la raíz, en lo que lo está provocando, y no culpes a los demás de tus problemas, ni los hagas responsable de tus responsabilidades.

Piensa y reflexiona previamente cada uno de tus actos y cada una de tus palabras, no te dejes llevar por el enojo.

Recuerda, el que se enoja, pierde.