PALABRAS MÁGICAS

Jimena trabaja como coordinadora de maestros en un colegio para niños de temprana edad. Desde hace algún tiempo estaba preocupada, ya que se había percatado que sus queridos alumnos conseguían lo que querían más por berrinches, gritos y alegatos que a través de las palabras.

Palabras que nuestros abuelos constantemente nos inculcaban decir. Estas son, por simples que parezcan, “por favor” y “gracias”.

Jimena reunió a las maestras del colegio y les hizo el siguiente comunicado: “Desde el día de hoy, cuando alguno de nuestros estudiantes solicite algo, como ir al baño, ponerse de pie o pedirle algo a algún compañero, esta petición debe venir acompañada de un por favor y seguida de un gracias. Si el estudiante no las menciona, debemos preguntarle ¿y las palabras mágicas?. Esto les ayudará a saber que ambas son la única forma de obtener lo que desea, siempre a través de las reglas de la buena educación.”

Estas palabras mágicas no fueron creadas en vano. Son reglas básicas de convivencia cuyo objetivo es justamente ese: que convivamos de la manera más amena posible. ¿Se imaginan qué sería de nuestras sociedades si cada uno de nosotros las utilizáramos en todo momento?

Estoy consciente que son habilidades que deberían ser arraigadas desde muy pequeños, pero es increíble cómo en las empresas, muchos profesionales a pesar de ser adultos, no son capaces de pedir las cosas “por favor” y mucho menos agradecer a través de un simple “gracias”. A veces lo damos por hecho y se nos olvida. Nunca es tarde para tomar el hábito.

Seamos sinceros, no nos cuesta absolutamente nada tomarnos un tiempo extra en nuestra comunicación diaria para decir las palabras mágicas. Es una forma de valorar al prójimo, demostrándoles que los estimamos y apreciamos los esfuerzos que realizan por nosotros.

Este pequeño cambio en nuestra comunicación nos traerá muchos beneficios, como el aumento en la calidad de nuestras relaciones interpersonales.

A mi parecer se llaman palabras mágicas, ya que al decirlas abrimos puertas demostrando en todo momento nuestra buena educación.

Tengo que hacer la salvedad que estos “por favor” o “gracias” no son mecánicos, es decir,  no están dichos de la boca para afuera, sino que son expresadas de corazón, mirando los ojos y quizás hasta esbozando una pequeña sonrisa. Tampoco discriminan, no hacen diferencias ni de cargo ni de clase. Hacen honor al dicho “haz el bien sin mirar a quién”. Este hábito de pedir y agradecer nos llevará mucho más cerca a la cima del éxito. Siempre seremos vistos como personas educadas que sabemos lo que cuesta servir y, por ende, lo agradecemos.

Sin duda, las reglas de cortesía nos hacen ver instruidos y educados, pero el objetivo en realidad es demostrar a través de ellas el respeto y valor que le debemos al prójimo. Aunque no lo creamos, estas simples dos palabras pueden hacer una gran diferencia en nuestras relaciones haciendo sentir bien a quien nos rodea a través de nuestras palabras.

Y como dice una canción muy popular en mi país:

“Vengan, que yo sé el modo

El modo preciso para triunfar

Miren, pues sólo con esto

Las puertas se abren, todo conseguirás.

Con por favor y gracias

Todo resulta mejor”.