CONTROL DE EMOCIONES: 

Hoy hablaremos del impacto que tienen las emociones y cómo el adquirir la habilidad de controlarlas nos llenará de beneficios en nuestra vida personal, profesional y familiar.

Definitivamente no podemos negar que somos seres emocionales, unos más que otros, pero sin duda pensamos más con el corazón que con la cabeza y, en algunos casos, con el hígado, como bien dicen.

Cuando un sentimiento nos aborda pensamos que es imposible controlarlo y nos dejamos llevar por él  más de lo que quisiéramos o de lo necesario para no tener que arrepentirnos en un futuro de las consecuencias de nuestros actos.

De antemano les anticipo que para lograrlo debemos romper el paradigma de “no puedo evitarlo”, “no me doy cuenta” o “no lo puedo controlar”. Si creemos fielmente en estas justificaciones, difícilmente podremos hacer los cambios necesarios para controlar nuestras emociones.

Antes de aprender a controlarlas, debemos conocer de dónde provienen: un pensamiento genera una emoción y esta emoción una acción. Por lo tanto, el origen de la emoción es un pensamiento.

Por ejemplo, a Claudia le molesta que le hagan criticas a su trabajo. Cada vez que su jefe o alguien le dice algún comentario, Claudia no puede evitar cambiar su expresión e inmediatamente se pone a la defensiva. En el momento en que la mente de Claudia comienza a divagar con el diálogo interno hacia el comentario, inicia la emoción, en este caso negativa. Los desenlaces de la historia son variados. Como por ejemplo, gritarle a su jefe, salir corriendo de la reunión, ponerse a llorar, etc.

Claudia tiene que aprender que es normal recibir críticas en el trabajo, ya que son oportunidades para mejorar.  Si  cambia su forma de ver las críticas hacia un punto de vista más positivo, cuando vuelva a recibir una, la emoción cambiará.

Está claro que si pensáramos las cosas dos veces antes de decirlas, definitivamente nos ahorraríamos muchos problemas. Ya que una vez que se manifiesta la emoción y comenzamos  a sentir los síntomas, como el corazón acelerado, las ganas de llorar o incluso de matar a alguien,  es mucho más difícil controlarla.

Por consiguiente, si quiero cambiar la emoción que me genera alguna situación en particular, debo cambiar el pensamiento que tengo hacia ella. Para ello debo estar consciente del efecto que genera en mí un pensamiento y de las consecuencias de la acción que éste provoca. El pensar en las consecuencias de nuestros actos funciona como un disuasivo y nos ayuda a controlarnos.

Debo aclarar que no se trata de reprimir las emociones, se trata de dominarlas y que estas no nos dominen a nosotros. Es tomar de una vez por todas las riendas de nuestra vida y así no arrepentirnos de lo que decimos y  hacemos.

El desarrollar nuestra inteligencia emocional no solo nos ayudará a ser mejores profesionales, si no a ser mejores padres, mejor pareja y por ende mejores personas. Así, experimentaremos una gran paz interior, ya que seremos dueños de nuestros pensamientos, emociones y acciones.

Tú eres quien decide qué decir, cómo decirlo y cuándo decirlo.

Entonces, ¿Cuál será la primera emoción que te propondrás a dominar?