Buenos días: 

Gabriel llega todas las mañanas a la misma hora a trabajar y para poder llegar a su oficina, tiene que pasar inevitablemente por varios puestos de seguridad, al igual que los cientos de trabajadores del edificio de oficinas.

Al hacer la cola para entrar, siempre se percata de la mirada ausente y triste de los guardias. Siempre se fija que de las diez personas que están antes de él, con suerte a uno o a dos saluda.

Veamos el proceso. Vamos a poner de ejemplo a José, quien se encuentra en la salida de algunos centros comerciales para recibir la tarjeta o ticket de cada auto que entra. El primer día de trabajo José está emocionado ya que por fin logró conseguir el trabajo que tanto necesitaba. Cada vez que sale un auto, recibe el ticket diciendo con una sonrisa “buenos días, que tenga un feliz día”  “buenas tardes, que le vaya bien”  y así sucesivamente a cada auto que sale del comercial.

Al terminar el día José tiene un sentimiento de vacío, ya que a pesar que había hecho un gran esfuerzo por dar un caluroso buenos días, menos del diez por ciento de los autos le habían contestado. Si nos ponemos en el lugar de José, no sería ilógico pensar “para qué me esfuerzo en saludar, si ni siquiera lo valoran”.

Esos rostros de apatía, inexpresivos de quienes nos prestan muchos de los servicios, no son más que el reflejo de nuestra falta de educación. La sociedad en la que vivimos nos lleva cada día a ser más consumistas, más individualistas, preocupándonos mayormente por nuestro bienestar, anulando las necesidades de los demás.

Por ir apurados por la vida, tratando de cumplir con nuestras tareas diarias, se nos olvida una parte esencial de nuestras necesidades como seres humanos y esta es sociabilizar. Entramos y salimos de cientos de lugares a la semana y como si las personas que nos abren las puertas fueran robots, no somos capaces de ni siquiera levantar la mirada para agradecer el gesto con un simple saludo.

Saludar, es una manera de agradecer a quien nos está sirviendo y demostrarle que apreciamos su trabajo. Muchos de los que sí saludamos y sí agradecemos nos molesta que no lo hagan con nosotros, y esto se convierte en una gran cadena. Ya que como no me saludan, yo no saludo y así sucesivamente.

Es cierto que las relaciones deben ser idealmente recíprocas, pero esto no quiere decir que deben ser condicionadas. ¿Quién dijo que solo debo saludar a quien me saluda? ¿No creen que es un pensamiento un poco egoísta? Antes de vivir en este mundo que no para, todos nos deteníamos a saludar y ojo que lo hacíamos sin hacer diferencia a quién saludábamos.

Cómo no añorar aquellos tiempos, como pasa en algunos pueblos que aún mantienen las tradiciones, donde uno va caminando y se encuentra con personas que quizás no te conocen, pero se detiene a brindarte una sonrisa y un caluroso saludo.

Inmediatamente te sientes especial y te da hasta gusto coincidir en su camino. Esas buenas costumbres que nos inculcaron nuestros abuelitos, no debemos perderlas. Cuando alguien se cruce por nuestro camino, hagámosla sentir especial, tomémonos el tiempo mirarlo a los ojos y brindarles un caluroso buenos días. No importa quién sea ¿Cuánto tiempo te puede tomar?