Buen perdedor: 

Mi equipo favorito del mundial no llegó a la final. El día que quedó descalificado no pude evitar que se me salieran las lágrimas de la tristeza. Luego miré a mi alrededor y vi las expresiones tristes de mis compatriotas y me di cuenta que esta vez nos tocaba perder, pero a la vez recordé que en la otra parte del mundo habían millones de personas saltando de felicidad por haber ganado.

Jorge Luis Borges dijo “Hay derrotas que tienen más dignidad que una victoria”. Mientras reflexionaba en el significado de esta frase, me puse a pensar en la importancia que tiene el ser un buen perdedor ya que, sin duda, aceptar una derrota no es fácil.

Desde que somos pequeños se nos ha inculcado el ganar a toda costa, a pesar que nos decían que lo importante era competir y no ganar, tampoco nos han enseñado cómo perder dignamente.

Frustración, fracaso, humillación, desilusión, derrota. Si cuando perdemos se nos vienen a la mente cualquiera de estas palabras sin duda reaccionaremos desmedidamente, con un actitud negativa y desquitando con los demás nuestra rabia.

Recuerdo cuando era chica y jugaba a las cartas con mi abuelita. Como a mí no me gustaba perder, ella me dejaba hacer trampa con tal que jugara en las tardes después del colegio. Claramente no desarrollé mucho en esa época la habilidad de saber perder. Seamos honestos, nadie quiere jugar con un mal perdedor. Es el típico caso del compañero que al perder el juego tira lejos la pelota y dice “ya no quiero jugar; no me gusta este juego”, diciendo palabras hirientes a quien había ganado y justificando la razón de por qué había perdido.

Dicen que los verdaderos ganadores saben perder y saben aceptar cuando son derrotados, independientemente en qué están compitiendo. Desde un partido de fútbol, hasta el ascenso a la gerencia de tu empresa: para ganar hay que saber perder.

Primero. Cada vez que perdemos ganamos experiencia. Por muy trillado que suene, no olvidemos reflexionar y pensar en qué fallamos y qué nos faltó para conseguir la victoria. Tal vez nos faltó práctica, quizás preparación o más confianza en nosotros mismos.

Segundo. No hay satisfacción en la victoria si no te esfuerzas y te arriesgas. Parte de vencer es sentir que realmente te lo mereces. Por ejemplo, qué orgullo que al recibir un premio veas en él todo el esfuerzo que invertiste para conseguirlo.

Tercero. Te caes pero te vuelves a levantar y con más ganas. Un buen perdedor sabe que vendrán muchas más oportunidades para vencer y las buscará para demostrarse a sí mismo que es capaz de lograrlo.

Cuarto. Gana para ti. No lo hagas por demostrárselo a los demás, no es por lo que otros digan, no es por destacar, es por la satisfacción personal que obtienes al lograrlo.

Quinto. Juega limpio. No te tires al suelo fingiendo una lesión, ni acuses a otras personas para justificar la razón de tu derrota. No mientas, no hagas trampa. Así cuando ganes te sentirás orgullosamente merecedor del premio y de los aplausos.

No pienses solamente en la victoria, enfócate cada día en el esfuerzo, la determinación y la fuerza de voluntad que te llevará a alcanzarla.