ANDRAGOGÍA V/S PEDAGOGÍA

Al culminar un intenso proceso de capacitación, muchas cosas se te vienen a la mente y la reflexión es inevitable. Durante las últimas tres semanas he tenido el privilegio de formar a un admirable grupo de formadores y me queda la percepción que uno de los conceptos que solemos pasar por alto en el arte de la formación es la diferencia entre pedagogía y andragogía.

Si vemos la etimología de la palabra pedagogía, proviene del griego antiguo “paidos” que es niño y “ago” que es llevar o conducir, directamente relacionada con el arte o ciencia de enseñar. Ahora, la palabra andragogía proviene de raíces griegas, Andros que significa hombre y ágo que es guiar o conducir. También la podemos definir de una manera más simple, como la ciencia que nos ayuda a comprender cómo aprendemos los adultos.

El término andragogía, fue acuñado por el maestro alemán Alexander Kapp, pero fue gracias a Malcolm Knowles quien afirmó la necesidad de hacer la diferencia entre el aprendizaje de niños y el de adultos; y que, aunque la mayor aptitud hacia el aprendizaje es en la niñez, no significaba que los adultos habían perdido la oportunidad de continuar estudiando.

El término andragogía es relativamente nuevo, ya que hasta hace un tiempo se pensaba que el aprendizaje era solo para los niños, puesto que son ellos los que tienen la mayor facilidad para aprender. No en vano es el dicho “los niños son como esponjas, ya que absorben toda la información que se les da”.  Y es cierto, pero sinceramente no veo razón por la cual nuestro aprendizaje tenga que cesar, independientemente de la edad que tengamos.

La diferencia fundamental de estos términos es el público objetivo. No debemos “meter en el mismo saco” a niños, jóvenes, adultos o adultos mayores porque sus conocimientos, intereses  y procesos de aprendizaje son distintos.

Esta diferencia en el campo de la capacitación es evidente. El adulto tiene la opción de ponerse de pie e irse de la capacitación sin dar ninguna explicación, el niño no.

Los nuevos esquemas del aprendizaje nos exponen que el propósito ya no es llenar a nuestros “alumnos” de información, sino alentar en ellos la búsqueda del conocimiento, estimulando el desarrollo individual, adaptándonos a las necesidades de cada grupo y de cada participante.

Sin duda, formar adultos es distinto, por lo que debemos primero tener claro cuál es nuestro objetivo al formar, actuar más como guías, consejeros y amigos y evitar la relación de maestro – alumno de tipo escolar que muchos adoptamos inconscientemente.

Yo prefiero pensar que venimos al mundo como una página en blanco y que la vamos llenando poco a poco, con todo lo que vamos aprendiendo todos los días de nuestra vida.

En mi opinión, una de las semejanzas que tiene tanto formar adultos como niños es que el docente debe tener claro en todo momento que el propósito de cada formación no es repartir información, sino formar personas. Así, en lugar de preocuparnos tanto del contenido que debemos exponer, preocupémonos más por las personas que formamos y, si es posible, darles cada vez  las herramientas necesarias para que sean mejores personas cada día.

Cuando eres un educador siempre estás en el lugar apropiado a su debido tiempo. No hay momento malo para aprender. Betty B. Anderson