NO HAY MAL QUE POR BIEN…
Mariana y Hugo son mejores amigos. Llevan más de 10 años de una estrecha amistad en la que prácticamente todos los días hacen algo nuevo y disfrutan de su mutua compañía.
La amistad se ha vuelto tan estrecha que Mariana cree que es el único amigo que podrá encontrar y está completamente aferrada él y a la necesidad de compartir con Hugo todo el día, todos los días.
Un día Hugo recibe una carta en la que le informan que fue becado para estudiar una maestría de dos años fuera del país y, por ende, lejos de su amiga.
Cuando le cuenta la noticia, a Mariana se le cae el mundo, inmediatamente cambia su expresión facial y se va a llorar. “¡No te vayas por favor, no me dejes! Te necesito, eres mi único amigo, ¿qué voy hacer sin ti?”.
Mariana no lograba entender por qué estaba sucediendo esto y menos aun entendía el propósito escondido tras su vivencia. Al cabo de un par de meses y Hugo muy lejos de ella, se ve obligada a aceptar que no podía depender de él como su único amigo y que lamentablemente debido a esa absorbente amistad se había vuelto huraña y poco sociable. Poco a poco va abriendo su círculo de amistades y, para su sorpresa, descubre que hay muchas otros amigos con los cuales compartir.
¿Cuál sería el desenlace de la historia si Hugo no se hubiese ido becado? ¿Qué tenía que aprender Mariana?
Se nos es difícil comprender y aceptar las dificultades y problemas que nos ocurren, pero más difícil aun tener que entender la razón por la cual nos están aconteciendo. Damos vueltas y vueltas tratando de resolver el acertijo con el objetivo de encontrar el propósito. Repetimos una y otra vez en nuestra mente “¿por qué me está pasando a mí?”. ¿Se han puesto a pensar alguna vez qué pasaría si todo fuera color de rosa y no tuviéramos que pasar por absolutamente ninguna dificultad? A parte de ser bastante aburrida nuestra vida y no valorar nada de lo que tenemos, ¿cómo lograríamos ese proceso de aprendizaje que solo las vivencias nos dan?
Cuando dejamos de pensar en nosotros y vemos las cosas desde afuera, logramos llegar a la conclusión que todo sucede por una razón y que, quizás, lo que estamos viviendo es necesario para nuestro crecimiento y para convertirnos en la persona que deseamos ser en el futuro.
Cierra los ojos por un momento y piensa en alguna dificultad que hayas vivido en el pasado ¿qué te enseño esa vivencia? ¿Qué aprendiste a través de ella? No sigas leyendo hasta que respondas la pregunta en tu cabeza. Te aseguro que si lo piensas con calma y detenidamente, vas a encontrar lo que aprendiste y cómo esto te ha ayudado hoy.
Ahora piensa en alguna dificultad que estés pasando en este momento. ¿Qué te está enseñando? ¿Qué lección tienes que aprender? Sé que es difícil aceptar las lecciones, sobre todo cuando descubrimos que debemos cambiar algo muy arraigado en nuestra personalidad. No importa qué pase en tu vida, recuerda que no hay mal que por bien no venga y siempre que pases por una dificultad, tómate el tiempo para preguntarte ¿cuál es la lección que debo aprender esta vez?