Al final uno decide la forma en la que ve las cosas.

Sentado en su oficina, mirando absorto la pantalla de la computadora, ha recibido un memorándum en el que le anuncian que la próxima semana formará parte de un proceso de formación enfocado a mejorar las relaciones interpersonales de la empresa.

El memo dice literalmente “Queremos que seas importante del cambio”. Dentro de su mente pasan muchos pensamientos, la mayoría de ellos no muy alentadores.

“¿Por qué tengo que ir a capacitación? ¿No entiendo por qué gastan presupuesto de la organización en procesos que no significarán ninguna transformación?

Qué aburrido ir a escuchar lo mismo de siempre, ya no tengo absolutamente nada más que ir a aprender. ¡Y más encima la asistencia es obligatoria! Ojalá me pudiera reportar enfermo y quedarme en mi cama trabajando en el informe que el “simpático” de mi jefe me solicitó”.

Desde el punto de vista psicológico, las actitudes se expresan o proyectan a través de tres formas: pensamientos, emociones y conductas. De esta manera, en el ejemplo anterior la actitud surgió del pensamiento negativo del protagonista hacia la noticia, este generó una emoción de hastío, la cual consecuentemente formó la conducta negativa durante la capacitación.

Más allá de la conducta negativa en sí, pensemos por un momento el impacto de esta en las organizaciones y cómo afecta a los resultados o productividad de una empresa. El Ex CEO de General Electric, Jack Welch sustenta que las actitudes negativas a lo largo del tiempo van deteriorando la confianza construida entre los integrantes de los equipos de trabajo, convirtiéndolos en equipos con bajo rendimiento y con altos índices de desmotivación.

Cabe destacar que, en general, la actitud hacia el proceso formativo en Guatemala es excelente. Es más, me encanta la disposición, la participación y la actitud hacia el aprendizaje. Sin embargo, nunca falta quien se resista a aprender, quien no quiere cambiar la forma de hacer las cosas y quien no quiere romper esos paradigmas auto impuestos cuyo único objetivo es limitar el proceso de crecimiento personal.

Una cosa es tener una mala actitud hacia algo específico y otra muy distinta es  contaminar al resto con pensamientos negativos y limitantes. Es decir, si algo no me gusta no tengo por qué tratar de influenciar a los demás para que piensen y sientan como yo. Recordemos que las actitudes son inevitablemente contagiosas y, por alguna razón que desconozco, en la mayoría de los casos son más contagiosas las negativas que las positivas. Por esta razón debemos evaluar constantemente la calidad de nuestras actitudes, así como evaluar las de quienes nos rodean.

Si te has sentido aludido con la actitud negativa de este personaje y en alguna ocasión has contaminado a tu equipo de trabajo con tu negatividad, piensa por un momento que el único directamente afectado eres tú. Quienes poseen una mala actitud están lejos de ser personas satisfechas con sus vidas. Son en su mayoría seres infelices, pero peor aún hacen infelices a quienes les rodean.

Si dentro de tu equipo de trabajo conoces a alguien con mala actitud, ayúdalo. Ayúdalo a que se dé cuenta que el único perjudicado es él. Ayúdalo a ver las cosas con otros ojos.

Al final uno decide la forma en la que ve las cosas. Todo depende de nuestro punto de vista. Todo depende de nuestra actitud.

Independientemente si es una capacitación, una reunión o un proyecto hazlo con una buena actitud. Quién sabe, quizás te sorprendan y aprendas algo que te ayudará. Cambia la pésima actitud por una excelente actitud.

Piensa y reflexiona previamente cada uno de tus actos y cada una de tus palabras, no te dejes llevar por el enojo. Te invito a leer la columna "Quien se enoja pierde" en: https://bit.ly/2q2kRGZ

Posted by Pao Rivano on Tuesday, April 3, 2018